La escritura, como representación gráfica de los signos usados para la comunicación, mantiene un vínculo con el lenguaje hablado aún más estrecho que el de ser simplemente otra forma (posterior en su historia evolutiva) de expresión del mismo.
Es un hecho hartamente corroborado por el psicoanálisis que existe un desplazamiento erógeno que va de la boca a la mano (parte del cuerpo privilegiada para la escritura), luego de la experiencia del destete, así, ésta adquiere las cualidades de aquella haciendo las veces de “boca prensil de los objetos”, conservando además algunas características funcionales, su significación inconsciente y por supuesto su erogeneidad correspondiente.
Esta relación asociativa entre la boca y la mano tiene además una explicación evolutiva: filogenéticamente el órgano de la boca ha tenido a su cargo la función de la ingestión alimenticia, pero se adicionaron después otras tantas más, como la de defensa, exploración, asimiento, entre otras, mientras que la mano cumplía el papel de apoyo para la locomoción, cuando la posición corporal de nuestros antepasados era la cuadrúpeda. Con la transición evolutiva a la vida arbórea, se tuvo que forzar el uso de las extremidades superiores para la sujeción a las ramas, desplazando a las manos gran parte de las funciones que antes desempeñaba la boca, proceso que se vio reforzado por el cambio a la posición erguida y la bipedestación. De esta forma la boca vio empobrecida gran parte de sus funciones y quedó, en cambio, habilitada para la comunicación.
Es por ello que la mano (y lo que se hace con ella) sigue estando asociada filogenéticamente a la boca y a las funciones de la comunicación (piénsese, por ejemplo, en el acto de hacer hablar a una marioneta, el gesto de “bla bla bla” con la mano, la creación del lenguaje de señas, etc.) y, a nivel inconsciente, con la erogeneidad de las relaciones de objeto, pues ambas partes del cuerpo siguen siendo privilegiadas cuando se trata de intercambiar expresiones de afecto con el semejante. La escritura, pues, como expresión gráfica del lenguaje, será una actividad erotizada.
Los casos donde se presentan dificultades en la escritura, ya sean estos de orden motriz (disgrafía) o perceptuales (disortografía), pueden entonces explicarse considerando la influencia del desarrollo libidinal (transición de los estadios de organización psico-sexual) y de las “huellas” afectivas impresas en el cuerpo del niño a lo largo de su desarrollo, o en otras palabras, de su Imagen Inconsciente del Cuerpo, pues, en muchos casos, la mano que ejecuta la producción de la letra se asocia con fantasías orales amenazantes, lo cual trae como consecuencia una inhibición en la escritura por asociación con el contenido reprimido; otras veces la una o la otra (boca y mano) servirán como enlace libidinal para posibilitar, en la cura, la trasposición pulsional, como en el famoso caso de “la niña del espejo” de Francoise Dolto, una pequeña que recuperó, luego de mucho tiempo, la capacidad de poder tocar los objetos luego de que su analista le dijera: “puedes tomarla (pasta para modelar) con tu boca de mano”.
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